La Agroecología va más allá de cultivar sin productos químicos


Existe un gran debate sobre el concepto de la agroecología, un concepto que apareció en los años 30, descrito ambiguamente como la "aplicación de la ecología en la agricultura", ha ido evolucionando en las últimas décadas.

En la llamada Revolución Verde el uso generalizado de cereales más resistentes y la aplicación intensiva de fertilizantes y pesticidas químicos permitió aumentar enormemente la producción de comida, pero con un coste ambiental que la mayoría de participantes en el congreso tacha de "insostenible".

Por eso hoy son multitud los que defienden la "agroecología" —con diferentes matices— como el único camino hacia una agricultura que sí sea sostenible.

Sin embargo sí hay un cierto acuerdo en que la agroecología no es exactamente lo mismo que la agricultura orgánica (la realizada sin químicos y fomentando la fertilidad del suelo y el ahorro de recursos).
La agroecología es un conjunto de técnicas, pero también un movimiento social", defendía Hervé Petit, de la rama francesa de la ONG Agrónomos y Veterinarios sin Fronteras.
Otros, como Rilma Román, de una asociación cubana de pequeños agricultores, iban más allá al presentarla como "una alternativa a las prácticas agrícolas industriales". La uruguaya Isabel Andreoni, directora de una entidad pública del Montevideo rural, ahondaba en el contenido político: "viene a disputar al sistema económico dominante sus valores y principios", señalaba.

En definitiva se habla de algo mucho más profundo que cultivar sin productos nocivos para el ambiente.

Para alimentar el debate, la FAO ha presentado lo que considera los 10 principios más importantes de la agroecología, que incluyen, por supuesto, utilizar mejor los recursos (agua, suelo, energía), y reciclar los mismos (por ejemplo, fabricando abonos naturales mediante compostaje), además de diversificar los sistemas (combinando árboles y cultivos o varios cultivos al mismo tiempo, en lugar de dedicarse al monocultivo de una especie) y aprovechar las posibles sinergias entre todos ellos para hacerlos más resilientes.

Pero también, poniendo al ambiente y a las personas, y los valores humanos y sociales en el centro de todo. "Primero deben ir los ecosistemas y el conocimiento local. Después la ciencia y la tecnología", defendía el exministro de Agricultura francés Stéphane Le Foll. "Es importante que mantengamos ese orden", opinaba.

Porque la agroecología además debe respetar, asumir y aprovechar los saberes tradicionales de cada pueblo. Pero sin dar la espalda a la innovación. "Aunque la innovación más importante puede ser precisamente encontrar la forma de diseminar esos conocimientos. Porque la agricultura actual, con fertilizantes y pesticidas, es una agricultura para tontos", según Vijay Kumar, asesor del Gobierno del Estado indio de Andra Pradesh.

Compartir esa sabiduría y know-how (tradicional o no) es otro de los principios que incluye la lista de la FAO. Que señala así mismo la solidaridad y la creación de economías circulares en las comunidades. El alcalde de Valencia (España), Joan Ribó, compartía la experiencia de su ciudad y animaba a fomentar los mercados locales. "La proximidad es clave para la sostenibilidad", decía.

El último punto del listado es una gobernanza responsable y transparente, en el que el entorno (acceso a la tierra, al crédito, a los recursos naturales y hasta a los mercados) favorezca la práctica de la agroecología.

En la actualidad, solo 28 países del mundo tienen leyes que favorezcan —siquiera indirectamente— optar por estos principios en la producción agrícola. "Necesitaremos crear la capacidad de gobernar todo esto a nivel internacional", apuntaba Le Foll.

La idea es encontrar la forma de que estas prácticas no sean proyectos piloto bonitos, ni algo marginal, sino que se puedan extender y convertir en una tónica habitual. Que lleguen a millones de agricultores. Especialmente a los pequeños productores, que producen un 70% de la comida y son, en definitiva, quienes realmente alimentan al mundo.

DECÁLOGO DE LA AGROECOLOGÍA SEGÚN LA FAO

Diversidad de sistemas de producción
Creación conjunta y compartir conocimientos
Sinergias entre suelos, bosques, comunidades...
Eficiencia en el uso de los recursos
Reciclar y reutilizar
Resiliencia
Valores humanos y sociales
Cultura y tradiciones alimentarias
Gobernanza responsable
Economía circular y solidaridad
Nota original en Planeta FAO

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